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¿Barbie o el patriarcado (otra vez)?

Publicado: 2024-03-10

En tiempos de redes tal vez hubiese bastado con postear que me gustaría ver a Barbie, de Greta Gerwig, ganar como mejor película de 2023 en los próximos Óscar para que así saque roncha. No obstante, para que no suene a simple antojo van aquí mis razones.

Antes, a modo de disclaimer, aviso que no pretendo lanzar pronósticos porque al final vaya uno a saber de qué se sentirán culpables este año en la Academia, cuáles serán los tejes y manejes detrás de la categoría en cuestión o cómo se andarán perfilando sus favoritos.

Lo mío pasa más bien por imaginar cómo, por ejemplo, se desgañitarían quienes el año pasado año pasado se sintieron defraudados con el triunfo de Everything Everywhere All at Once —yo hinchaba por Women Talking, pero entendí a quiénes se quería contentar—. Me gustará pues leer, en caso gane la de mi preferencia, a los que sientan que se ha puesto el mundo superficial y estereotipado de Barbie por encima de las obras cumbre con las compite.

Para mí no sería así porque si bien Christopher Nolan se luce esta vez haciendo biopics con Oppenheimer; Martin Scorsese cierra magistralmente en Killers of the Flower Moon con una de las mejores críticas al cine estadounidense; Justine Triet actualiza espléndidamente con su Anatomy of a Fall, además de invertir roles, la Anatomy of a Murder, de Otto Preminger; Yorgos Lanthimos parece haber encontrado en Poor Things la historia a la medida de su despliegue visual y sonoro y Jonathan Glazer sugiere demoledoramente en su The Zone of Interest una dimensión macabra para los museos; creo que Barbie también tiene lo suyo.

Y lo suyo no es poco porque Greta Gerwig, la actriz de Francis Ha y directora de Lady Bird y Mujercitas, y quien ha declarado que sus padres se resistían a regalarle una Barbie, ha sabido tomar sin desdibujarlo un icono pop entrañable para varias generaciones, aunque para otros ligado al “capitalismo sexualizante”, un poco menos que facha. Y lo ha hecho para plantear explícitamente feminismos y patriarcados de forma tal que aún no sé muy bien por qué, con sus récords de taquilla sin precedentes, todavía no ha generado en nuestro medio las habituales campañas de rechazo.

¿Por qué, por ejemplo, no han organizado boicots aquellos que reduciendo siempre todo a derechas e izquierdas ven en algunas ficciones infantiles manipulación ideologizante en vez de esfuerzos contra la desigualdad de derechos? ¿Por qué no han protestado lo que creen que por encima de los procesos de reivindicación identitaria está el esplendor de la Real Academia de la Lengua? ¿Por qué no han salido a las calles grupos como “Con mis hijos no te metas” a negar el patriarcado y, más aún, de que en este exista un “trasfondo de violencia” que solo ven las Barbies y no los Kens? ¿O aquellos que siguen creyendo que la lucha del feminismo es contra los hombres y no contra una estructura o entramado que nos involucra a todos? ¿O los que en el discurso de los colectivos feministas solo encuentran poses airadas cuando no simplezas o victimizaciones? Pues quizá con un Óscar así de importante sí salgan a flote.

En mi opinión, si aún no ha pasado, o al menos no en términos mayores, es principalmente porque la directora ha sabido encontrar en la comedia la forma precisa para señalar frágiles egos, firmes prejuicios y lugares comunes (lo cómico que ya resulta negar determinadas violencias con un “pero si tengo una madre”, equivalente al “pero si tengo un amigo gay”), y subrayar los efectos excluyentes e incapacitantes del imperio de la mirada y la imagen.

Digo más, Gerwig ha sabido calibrar formas para, por un lado, denunciar aquello que estuvo detrás de la industrialización de un juguete que no solo instrumentalizó determinadas reivindicaciones feministas —la mujer empoderada versus la mujer florero— sino que también lo hizo en beneficio de aquello contra lo que luchaban: la cosificación. Pero, por otro lado, la directora lo ha hecho con cariñoso respeto por la creadora, por las generaciones que inspiró y por nuestra nunca punible disposición para la imaginación.

Y no solo esto, Gerwig se ha dado maña para en este mundo revestido de rosa colocar conceptos donde en un universo masculino van combates espectaculares, desafíos emocionantes, dramas épicos, lo sublime del arte o el descontrol de la ciencia. De este modo, en la película son armas decisivas y desprogramadoras el saber escuchar y el darle voz a la disonancia cognitiva —o sea, deconstruyámonos, hermanos—, y es una debilidad el mansplaining (¿ya sería demasiado que en mi condición de hombre lo explique, no?). Ahí está expuesto prácticamente con gatitos lo que otras inteligencias, muy alérgicas al consumismo y muy atentas a los modos del poder, no ven.

Y ya no diré nada de cómo me he divertido con las alusiones, unas menos sutiles que otras, a los digamos referentes masculinos en el cine. Desde el western hasta los superhéroes de Zack Snyder, pasando por Rocky, El Padrino o la Monroe. Mi Stanley Kubrick creo que pasó piola.

Recalco, sí, que en todo momento hablo de formas a la par que de fondos para no caer en la burla que hace American Fiction, de Cord Jefferson —mi segunda favorita—, del paternalismo bien pensante o de lo políticamente correcto que lamentablemente se ha ganado a pulso la ahora peyorativa etiqueta de woke.

Asimismo, para que no queden dudas de mi interés por estos temas, propondría cotejar con una mirada queer o de género el cómo resuelven Scorsese, Glazer y Lánthimos en tanto representatividad, es decir, en tanto hacer suyos temas que histórica, generacional o identitariamente se supone que no les corresponde, frente a lo que hace el mismo Cord Jefferson o ante el Orlando, My Political Biography, de Paul B. Preciado. Y en tanto biopics contraponer lo que hacen Nolan y Cooper frente al Elvis presentado por Sofia Coppola en Priscilla. Otro disclaimer: tampoco me inquietan tanto los Óscar como para averiguar por qué esta última película no tiene nominaciones o qué se entiende por guiones original y adaptado.

En suma, no me siento entendido como para decir cuál de las diez películas es la mejor, pero no tengo dudas de que la notoriedad que le daría el Óscar a Barbie no solo sería muy pertinente para estos “premios patriarcales” (Cate Blanchett), para el cine y para el debate público, sino también muy divertido.

Jorge Valverde Oliveros
Editor y activista cultural.


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