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Foto: Twitter @mafaldadigital

¿Y si Quino nacía en el Perú?

Publicado: 2023-09-25

Hace unos días, por iniciativa de la Embajada Argentina en el Perú, se inauguró en el Paseo Roque Sáenz Peña de Barranco una estatua de Mafalda, la entrañable protagonista de la historieta homónima de Joaquín Salvador “Quino” Lavado (1932-2020). La misma que ha sido todo un éxito porque qué mejor indicador de esto que la cantidad de personas tomándose fotos junto a ella. Hasta colas ha habido el fin de semana. Y alegra porque se trata de un personaje de ficción representado, además, de forma nada solemne a diferencia de los gestos distantes y épicos de las esculturas en nuestra ciudad.

Vaya uno a saber los sentidos que adquirirá en el futuro esta instalación, pero de seguro que a muchos de una u otra manera alguna vez, sino siempre, los remitirá a lo argentino. Y da gusto porque uno llega a visualizar cómo en la difusión del talento y la obra de Quino se enlazan los propósitos de hoy de la Embajada Argentina con los esfuerzos primeros, allá por los años sesenta del siglo pasado, de Daniel Divinsky y Ana María Kuki Miler por crear una “flor de editorial” y de Alicia Colombo, la mujer de Quino, “mamá” de Mafalda y gran estratega de su divulgación.

Recordemos, igualmente, que en ese tiempo el país porteño pasaba por una relativa prosperidad económica y en lo cultural era considerada la capital de las redes editoriales y las vanguardias en la región. Momento propicio cuando un imparable Jorge Álvarez ─editor de las primeras obras de Puig, Saer, Walsh, Piglia, y productor discográfico de Sui Genesis, Tanguito, Spinetta, Pappo, entre muchos otros─ vio que podían convertirse en libro las tiras cómicas de Mafalda que la gente recortaba de los diarios para ponerlas a la vista en el trabajo, colegio o casa.

Arranca así el entramado que le dará soporte a la genialidad de Quino y a su historieta, la que calzó tan bien con las posturas progresistas del continente que poco tiempo después nació la mafaldamanía, afición que ya no necesitará de más viñetas para conservar hasta hoy su vigencia.

Y ahora, convertida Mafalda en ícono cultural, da gusto ver a las autoridades de su país natal haciendo suyo el legado y sumándose a la difusión con estatuas por ubicar. Con estas ofrecen, a unos, la posibilidad de reconocerle en las calles el afecto, y a otros les abre la puerta de ingreso a la que no pocos tienen por la gran novela argentina sobre la clase media latinoamericana. Colaboran, de este modo, con afianzar hinchadas y ampliar públicos, los que no dudarán en renovar ediciones, regalar algún souvenir o ver la serie de reciente estreno en una plataforma de streaming.

Por añadidura, estas acciones beneficiarán de igual modo a una tradición riquísima de historietistas forjada en el país albiceleste, integrada por autores como Roberto “El Negro” Fontanarrosa, Héctor G. Oesterheld y Francisco Solano López ─cuyo cómic El Eternauta se viene próximamente en serie con Ricardo Darín de protagonista─, Nik, Maitena, Rep, Tute, Erlich, Max Aguirre, Linniers, entre tantos más; y por maravillosos personajes visitables muchos de ellos en el Paseo de la Historieta del barrio de San Telmo, Buenos Aires.

No obstante, y para comenzar con los disgustos, uno inevitablemente se pregunta si nuestras embajadas o consulados estarán haciendo algo parecido. Por ejemplo, ¿en Buenos Aires estará en curso la escultura o placa que informe del por qué una calle del barrio Rodrigo Bueno lleva el nombre de Yma Súmac? ¿O en Europa ya estarán por instalarse las debidas señas en los lugares donde Vargas Llosa escribió sus obras? ¿O tal vez en este momento se está preparando la solicitud en Londres para una blue plaque a nuestro Premio Nobel?

Tareas, ciertamente, nada fáciles, y por lo mismo llama la atención cómo la Embajada Argentina ha logrado colocar un símbolo cultural suyo en nuestra ciudad capital y en un lugar privilegiado de uno de los distritos más turísticos del Perú. ¿Será que en la embajada tienen un floro tipo Valdano o Bielsa, o será que nuestras autoridades locales no entienden de prioridades a la hora de intervenir escultóricamente la ciudad?

Pensamos más en lo segundo porque no hay duda de que afectivamente se justifica la presencia de Mafalda en cualquier calle del mundo hispano, ¿pero en la ciudad que todavía no celebra así la trascendencia internacional de Yma Súmac ─desde el 2020 a la Municipalidad Metropolitana de Lima le estamos demandando con más de cinco mil firmas de respaldo un espacio público dedicado a la diva (Nº 9962-2021)─? ¿En el distrito al que fácil se le puede vincular al menos quince ilustres personalidades, parte de nuestro canon cultural, de quienes no se hace memoria en el espacio público? ¿Saben las municipalidades que en Lima existe un déficit brutal de representaciones culturales en comparación con las de índole religioso o militar? Es más, a juzgar por las intervenciones escultóricas y las denominaciones de calles y servicios públicos, pareciera que salvo por Chabuca, Vallejo y Vargas Llosa, en cultura nada nos hubiese ocurrido en el siglo XX. ¿Saben que si para estas instalaciones aplican solo lo turístico al margen de la memoria e identidad reducen entonces la ciudad a un local comercial que se vale de figuras populares para llamar la atención?

Dirán estas instituciones que sí saben, más no tienen recursos. Situación, por cierto, bastante común porque hay que tener demasiada suerte para que un funcionario haga suyo estos proyectos y, a su vez, tenga la capacidad para disponer recursos y convencer a las otras respectivas administraciones. Sin embargo, ahora en Argentina tampoco es que les sobre la plata, y así se entienden las firmas de sus compatriotas del sector privado en la placa al pie de la estatua de Mafalda. Pero para el caso peruano pareciera que el sector público cree que no tenemos empresas interesadas en estas presencias, en que el consumo de la cultura se extienda. ¿Las han buscado? ¿Qué cartas que infundan confianza han mostrado? (Para salir en la placa y en las fotos de la inauguración, normalmente, sí tienen tiempo)

Y esta incapacidad por establecer prioridades no solo se manifiesta con las ausencias señaladas sino también en sus propias declaraciones. La Municipalidad de Barranco ha dicho que se ha puesto a Mafalda en Sáenz Peña porque comparte nacionalidad con la personalidad a quien debe nombre el paseo y con otra más representada ahí. Ya, pero por encima de esas coincidencias, ¿ha pensado en el rol urbano que cumple? ¿conversa acaso con la monumentalidad del entorno, con las estatuas de Pons Muzzo y de Neptuno ubicadas en dicho paseo? De los muchos lugares abiertos al esparcimiento, ¿le parece que este está entre los más activables para las familias que ven en Mafalda un motivo para incentivar la lectura en sus hijos o para que en el futuro tal vez se añada otros personajes igualmente queridos como podrían ser Condorito, El Chavo o los que correspondan a otras generaciones?

También ha dicho la Municipalidad de Barranco que Mafalda simboliza la amistad peruano-argentina. Ya, ¿pero esta no quedaría mejor representada ─más de tú a tú─ con una figura cultural de cada país instalada en la capital del otro? ¿Ese partido de visita podrá jugarse el próximo año? Para tal caso, y si debemos circunscribirnos a la historieta, proponemos por la rojiblanca al Cuy de Juan Acevedo o al Sampietri de Julio Farlie, aquel "interventor" de Última Hora. Y que la inauguración se haga igual en septiembre, mes en que se celebra el día de la Historieta Peruana.

Por último, y por favor, que nadie rebaje estas observaciones a disyuntiva entre emblemas patrios o a vano nacionalismo, o ponga en cuestión mi argentinofilia a la que le sobrepasan motivos en letras, cine, música y teatro. Pasa solamente que por el contraste entre lo que se hace allá en favor de sus industriales culturales y lo que no hacemos aquí, provoca llamar a la compañera Mafalda para que con la ferocidad y capacidad de síntesis que le caracteriza, y en nombre de personajes y lectores, remate este texto pechando a nuestros alcaldes con un “¡La que nos hubiésemos perdido si Quino nacía en el Perú!”.

Jorge Valverde Oliveros
Editor y activista cultural.


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